martes, 13 de noviembre de 2012

Capítulo 41


Estábamos sentados en una mesa bastante grande para solo estar cuatro personas. Amanda, sentada en frente mía me miraba enfurecida mientras mordía con brusquedad un trozo de pan que había a su izquierda.
A mi derecha estaba Lucas, cogiéndome la mano con fuerza, se había dado cuenta de que la pequeña me miraba.
En frente mía estaba Charlotte, invitada expresamente por mi. Aquella chica tenia fracciones muy suaves, pelo rubio cobrizo recogido en una trenza que la llegaba hasta la cadera. Era una chica con movimientos delicados y rápidos, como si tuviera experiencia en todo lo que hacia. Sus ojos eran un color verde, pero no eran realmente verdes. Aquel sitio era extraño, tanto que a veces sentía que el suelo se movía de tal forma que ya me había tenido que sujetar a algo más de 4 o 5 veces.
Entonces una puerta se abrió, el ambiente se volvió tenso y 2 hombres aparecieron en la sala. Andaban elegantes y orgullosos, con movimientos difíciles de seguir ya que eran bastante rápidos. Uno de ellos andaba un poco más infantil, sonriente, mientras que el otro se sentó directamente en una de las silla que había en la mesa.
-Hola hijo-Dijo el más serio de todos-, por fin nos vemos.
El otro hombre seguía avanzando hasta ponerse detrás de mí y apoyo sus manos en mis hombros, de pronto una oleada de placer me recorrió todo el cuerpo. Miré hacia delante y vi que Charlotte estaba demasiado tensa.
-A si que esta joven es tu nueva mujer-Al oír la palabra mujer me ruboricé. Miré de reojo a Lucas y vi como asentía-. Esta muchacha es hermosa chico, y no solo por fuera.
Dicho esto se sentó al lado de el otro hombre, con una sonrisa hermosa en la cara. Los dos eran guapos y majestuosos, solo con verles sabias que era mala idea comenzar algún tipo de disputa.
De pronto otra de las puertas, que no me había percatado de su existencia, se abrió dejando paso a dos hermosas mujeres. Andaban todavía mas elegantes que sus maridos.
Una de ellas tenia una melena color azabache que le caía en cascada hasta unos pocos centímetros por debajo de los hombros. La otra mujer tenia el pelo un tono por debajo que el de Lucas pero esta tenia el pelo has los codos. Sus fracciones estaban marcadas a la perfección, pero cada vez que me fijaba en cada una de ellas, mas veía que no tenían nada que ver la una con la otra.
La mujer del pelo negro tenia gestos cariñosos con Charlotte, la dijo un simple "Hola" mientas que la acariciaba el cabello durante unos segundos. Después ella se sentó al lado de Orión y le dedicó una sonrisa amplia mientras que la otra mujer se comportó arisca con Jasón, al igual que el con ella.
-Buenas, Lucas-Dijo la señora rubia-, hacia mucho que no nos veíamos.
-Es verdad, pero tampoco hay la necesidad ¿No?
Ella simplemente le miró irritada y después resopló, oí como el pequeño demonio se reía.
-Bueno, todavía no os he presentado-Dijo Lucas mientras me invitaba a levantarme-. Esta es Clara.
-Encantada-Dije con una sonrisa un poco forzada-.
-Yo soy Orión-Dijo el hombre que antes me había adulado-, y esta es mi mujer, Ariadna.
Ella me sonrió con amabilidad, era una sonrisa muy reconfortante, una muestra de amor en una casa de locos.
-Y yo soy Jasón, el padre de Lucas-Dijo levantándose-, Chloe es mi mujer.
Ella simplemente levantó la vista del plato durante un segundo, sin siquiera observarme. Me quedé mirándola con sorpresa, esperando a que volviera hablar.
-Si te estas preguntando si soy su madre-Comenzó a hablar-, no, no lo soy, soy la madre de mi hermosa hija, Amanda.
Sin pensarlo volví mi cabeza hacia Amanda que me miraba con una sonrisa de superioridad. Yo simplemente suspiré y miré a Lucas. El simplemente negó para que dejara el tema y nos sentamos los dos a la vez.
El resto de la comida prosiguió en silenció.



Hacia ya un par de días que tenia la misma pesadilla. Oscuridad total y solo oía voces pidiendo ayuda, la mayoría pedía agua. Después todo se iluminaba de una forma tenue y me fijaba que estaba en un pozo, rodeada de brazos intentando agarrarme y llantos, era el Tártaro.
De pronto venia Mark volando, pero antes de que pudiera agarrarme a el, las mano me empujaban hacia abajo con tanta fuerza que me rompían costillas, brazos y piernas. Después el dolor se apaciguaba y todo se volvía negro.
Me desperté sobresaltada, intentando recuperar el aire. Mark me estaba mirando fijamente.
-¿Que sueñas?
-Pesadilla.
-¿Cuantos días llevas soñando esa pesadilla?
-Un par de días pero... creo que no es de importancia.
-Si es importante, cuéntamela.
-Pues está todo oscuro y solo oigo voces pidiendo ayuda como locas. Después todo se ilumina un poco y me encuentro en el Tártaro. De pronto vienes tu volando y antes de cojerme las manos tiran de mi hacia abajo rompiéndome todos los huesos, después despierto.
Mark me miraba con detenimiento, estaba observándome  preocupado. Me dio miedo pensar que me tomaría por loca, pero en realidad el solo bajó la mirada y murmuró algo que con suerte conseguí entender.
-No lo entiendo, Morfeo.
Entonces mi mente empezó a procesar. Morfeo, dios griego que se encargaba de los sueños. Un hombre hermoso con alas que batía rápidamente que gracias a ellas conseguía volar a una velocidad increíble a cualquier parte del planeta.
-Supongo que Morfeo quiere que sueñe eso-Dije mirándole con una sonrisa-, aunque yo no creo que exista.
-Pues deberías-Me miró durante un segundo con dureza y después desistió-, es un sueño extraño.
-Lo se, por eso lo he buscado-Le dije mientras agitaba el libro delante de sus narices-.
El lo apartó con una mano mientras sonreía con ternura, después me besó y se levantó.
-¿Quieres tomar algo?
-Si me trajeras agua te daría un beso.
El me miró con una sonrisa y a los 30 segundos ya le estaba besando con mi vaso de agua en la mano.



La cena había sido larga, demasiado. No soportaba a aquella mujer que había sustituido a mi madre, en realidad sabia perfectamente que Chloe no amaba a mi padre, al igual que el se casó con ella solo por haberla dejado embarazada. Mi madre aun ocupaba gran parte de su corazón, tanto que todavía seguían conviviendo bajo el mismo techo, aunque tampoco podrían hacer otra cosa o estaría en peligro.
Clara había estado genial en la cena, educada y callada, sin pronunciar ningún comentario obsceno aun que sabia perfectamente que habría tenido ganas de soltar alguno a Chloe, solo por la forma en que la había mirado.
-Ahora vamos a conocer a mi madre-La dije con una sonrisa, ella me miró sorprendida-.
-¿Vive aquí?
-Si, al fondo del pasillo esta su pequeño mundo.
Ella no añadió ni una palabra más y empezó a andar graciosamente por el pasillo. Llegamos hasta la gran puerta de madera que tanto adoraba mi madre, llamé un par de veces y esta se abrió con un horrible chirrido.
Un olor a rosa nos rodeó por completo y, por lo menos a mi, me relajó por completo. Seguimos avanzando hasta llegar a una mesa tallada en madera. Había 3 persona sentadas en aquella mesa y sabia perfectamente quienes eran. Charlotte estaba sentada a la derecha mientras que Ariadna estaba a la izquierda de mi madre.
-¡Hijo!-Mi madre gritó nada más verme y se tiró encima mía como era costumbre- ¡Cuanto tiempo! Déjame que te vea-Dijo mientras se separaba de mi para verme mejor- Estas hermoso.
Aquella mujer, con los ojos color miel y la cabellera rubia, casi siempre recogida en una bonita trenza, era mi madre. Era delgada y pequeña, de metro setenta aproximadamente.
-Tu debes de ser Clara-No me sorprendió aquel comentario, aunque a mi madre no la había dicho nada ella lo sabia todo-, eres realmente guapa muchacha, me alegro de que mi hijo te haya elegido.
Ella simplemente la sonrió ruborizada.
-¡Ah! Perdonar mi descuido, yo soy Alysa.
-Yo bueno, ya sabes mi nombre-Dijo Clara avergonzada-.
Mi madre dio media vuelta y volvió a sentarse en su asiento adoptando una postura de reina, muy común en ella cuando quería parecer importante.
-Acércate hermosa, y dame la mano.

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